sábado, 19 de noviembre de 2011

EL APARATO CIRCULATORIO

Hemos visto que nuestro cuerpo es capaz de moverse gracias al aparato locomotor (formado por los sistemas esquelético y muscular). Para que haya movimiento, los músculos necesitan una serie de sustancias como son el oxígeno y los nutrientes, aportadas por los aparatos respiratorio y digestivo respectivamente. Ahora bien. ¿Cómo llegan estas sustancias a donde son necesarias? ¿Por dónde circulan? ¿Qué aparato o sistema se encarga de este trabajo?
Es el momento de presentar al Aparato Circulatorio.


Podemos considerar el aparato circulatorio como un sistema de bombeo continuo, en circuito cerrado, formado por:
  • Un motor: el corazón.
  • Unos conductos: los vasos sanguíneos: arterias, venas y capilares.
  • Un fluido: la sangre.

El corazón es un músculo hueco, de forma cónica, situado en el interior del tórax, entre ambos pulmones, un poco hacia la izquierda. Está dividido por un tabique en dos partes totalmente independientes, izquierda y derecha. Ambas partes presentan dos cavidades superiores llamadas aurículas y otras dos inferiores: los ventrículos.

El torrente sanguíneo proporciona la completa circulación de la sangre cada 22 segundos, lo que supone un caudal aproximado de 800 litros a la hora.
En un cuerpo adulto hay unos 5 litros de sangre, mientras que en el de un niño o niña hay unos 3 litros.

Hay dos tipos de circuitos de circulación sanguínea:
  • Circulación menor o pulmonar: Comienza en el ventrículo derecho > arteria pulmonar > pulmones > venas pulmonares > aurícula izquierda. Se encarga de expulsar el dióxido de carbono y captar el oxígeno.
  • Circulación mayor o somática: que hace el siguiente recorrido: ventrículo izquierdo > aorta > órganos > vena cava > aurícula derecha. Esta es la que lleva los nutrientes a los órganos del cuerpo.

Para movilizar la sangre y que realice estos recorridos es preciso que el corazón tenga unos movimientos o latidos, estos son: contracción o sístole y dilatación o diástole. El número de latidos del corazón dependerá de la edad, el tamaño y la actividad que se esté haciendo, así un adulto puede tener de 60 a 80 pulsaciones en un minuto mientras que un niño o niña ronda las 80 a 100 pulsaciones por minuto. ¡Y un bebé puede tener de 100 a 120 latidos en un minuto! Cuando estamos dormidos y tranquilos las pulsaciones bajan mucho y cuando estamos haciendo deporte ocurre lo contrario, sube el número de pulsaciones.
Los latidos cardíacos se transmiten a las paredes de las arterias produciéndose, por la presión, una distensión en su pared elástica: esta distensión se puede apreciar al palpar: es el pulso.

El sistema de canalizaciones está constituido por los vasos sanguíneos:
  • Arterias: llevan sangre rica en oxígeno. Se alejan del corazón. Son más gruesas y menos numerosas que las venas y la arteria más importante es la Aorta.
  • Venas: llevan sangre con dióxido de carbono hasta el corazón. Son más finas que las arterias habiendo más cantidad, más o menos el doble de venas que de arterias, siendo la más importante la vena cava.
  • Capilares: son pequeños conductos muy finos donde se produce el intercambio de nutrientes y gases entre la sangre y las células.

La sangre es el fluido que circula por las arterias y venas impulsada por el corazón. Tiene como función transportar oxígeno y nutrientes a todas las células del cuerpo y recoger los residuos que generan. Además, también se encarga de mantener la temperatura corporal.
La sangre está compuesta principalmente por:
  • Glóbulos rojos: que transportan O2 y CO2. Están formados principalmente por una sustancia protéica llamada hemoglobina.
  • Glóbulos blancos o leucocitos: son los encargados de destruir los agentes infecciosos.
  • Plaquetas: su misión es cerrar las heridas que se producen para que no se pierda sangre ni entren agentes patógenos en nuestro organismo.
  • Plasma sanguíneo: es la parte líquida de la sangre, en la que encontramos los nutrientes, como proteínas, sales, azúcares, etc.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

EL APARATO DIGESTIVO

Nuestro cuerpo, además de aire, necesita alimento para sobrevivir. Para ello debemos comer regularmente y seguir una dieta equilibrada, pero, ¿cómo aprovechamos ese alimento? ¿de qué modo nuestro cuerpo convierte la comida en un producto que podemos aprovechar? El encargado de esa transformación es el aparato digestivo y el proceso se llama digestión.

Podemos dividir la digestión en cuatro etapas:

  1. Ingesta: es cuando el alimento entra en la boca.
  2. Digestión química y mecánica: a partir del instante en que la saliva y los dientes comienzan a trabajar hasta que sale del estómago.
  3. Absorción: es el paso del alimento desde el intestino a la sangre para llevarlo a donde es necesario.
  4. Excreción: la eliminación de los residuos expulsándolos de nuestro cuerpo.
Así, vemos que todo el proceso comienza en la boca, antes incluso de meter la comida. La digestión comienza cuando empezamos a salivar pensando en la comida.

En la boca la saliva ablanda la comida y empieza a deshacerla en sustancias más pequeñas, la lengua y los dientes ayudan en esa función, por eso es muy importante masticar bien cada trozo y comer tranquilamente (¡pero sin dormirse!). Cuando hemos masticado un ratito, tragamos ese bolo alimenticio y lo mandamos al esófago.

El esófago es un tubo de unos 25 centímetros de largo encargado de llevar la comida desde la boca hasta el estómago. Comienza en la faringe, por lo que está vinculado al aparato respiratorio y para evitar que la comida se vaya a los pulmones en la laringe hay una solapita, como una puerta, llamada epiglotis, que se cierra para evitar que entre comida. Cuando el bolo llega al final del esófago (lo recorre en unos 3 segundos) se encuentra con el cardias, que es la entrada al estómago.

El estómago es como una bolsa muscular en forma de J donde el bolo alimenticio, con ayuda de ácidos y encimas, va transformarse en quimo, que es la papilla que pasar a los intestinos. El estómago, aunque es flexible, tiene una capacidad que no hay que superar. En los adultos es más o menos de 1 ó 1'5 litros (pueden ser más, ¡hasta 4 litros!). Si lo llenamos más de lo que puede admitir, vomitamos. Cuando comemos, tarda unas 3 ó 4 horas en vaciar el contenido al intestino delgado abriendo el píloro.

Tras el estómago llega el intestino, que dividimos en dos tipos: intestino delgado e intestino grueso.

El intestino delgado empieza en el píloro y acaba en la válvula ileocecal. Puede medir unos 6 metros de largo y 5 centímetros de diámetro y está dividido en tres partes: duodeno, yeyuno e íleon. En el intestino delgado el quimo se convierte en quilo, ayudado por los productos que fabrican el hígado y el páncreas, y luego pasa a la sangre al absorberse por las paredes intestinales. Para que sea más fácil la absorción, las paredes intestinales tienen como unos pelitos, llamados vellosidades intestinales, que recogen el alimento y lo introducen en la sangre para llevarlo rumbo al hígado. Pasan cerca de 30 horas desde que el quimo entra en el intestino delgado hasta que el resto llega al intestino grueso.

El intestino grueso es el penúltimo tramo del aparato digestivo. Es un tubo grueso de unos 1'5 metros de largo y 9 centímetros de diámetro dividido en tres secciones: ciego, colon (ascendente, transversal y descendente) y recto. En el intestino grueso se absorben vitaminas y agua y se compactan y almacenan las heces (caca) antes de expulsarlas, lo que puede tardar entre 6 y 18 horas.

La última parte es el ano, que es un anillo muscular que cierra el aparato digestivo, abriéndose para expulsar las heces.

En la digestión intervienen otros órganos, como el hígado y el páncreas, aportando sustancias para degradar y absorber mejor los alimentos. Además, antes de ir a ningún órgano, el hígado filtrará la sangre con alimento que le manda el intestino delgado y luego lo distribuirá donde se necesita.
Aquí tenemos un esquema sencillo de nuestro aparato digestivo.


No debemos olvidar que para llevar una vida saludable y cuidar nuestro sistema digestivo debemos llevar una dieta sana, rica y variada sin abusar de ningún alimento.